El fantasma dijo:
-Soy un holandés errante y vengo a por tu espíritu-.
El niño se fue corriendo hacia una mesa grande y vieja. En la mesa había una gran bandeja con un plato lleno de ojos. El niño gritando dijo:
- ¡Los fantasmas no existen!-.
El fantasma encontró al niño y le dijo que no se llevara su tesoro. El niño le lanzó los ojos uno por uno. El fantasma se derritió como un polo porque odiaba los ojos.
El niño, finalmente, y después de haber pasado mucho miedo, cogió el tesoro y se fue.
Marcos Medina
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